Por: Valerie Hernández
agosto, 2019
Las redes sociales nos dictan qué hacer y cómo vivir nuestras vidas. Desde qué comer y a dónde viajar hasta cómo vestir.
Los Fashion Influencers viven para sus publicaciones de moda y outfits. Tan solo en 2018 el hashtag #OOTD (Outfit Of The Day o atuendo del día) registró 219 mil millones de fotografías en Instagram.
Eso es 219 mil millones de prendas que solo se usaron una vez
De hecho, Amazon reportó problemas el año pasado, de gente joven que compraba la ropa en línea, la usaba una vez, se tomaba unas fotos y la regresaba al día siguiente. Y dado que la ropa usada o de segunda mano aún no es un mercado muy bien visto, el gigante del comercio en línea comenzó a tener problemas con toda esta ropa.
No es ningún secreto que la industria de la moda es de las peores en el mundo y la que genera un mayor impacto ambiental y si a esto le sumamos los influencers y la era digital que han aumentado el consumo excesivo de moda basándose en cómo nos ven los demás y manipulando estas inseguridades: es la fórmula perfecta para el desastre.
Por supuesto, cualquier tipo de ropa genera un impacto ambiental y ejerce presión sobre nuestra planeta, pero como no podemos andar desnudos, la solución parece ser la moda digital.
¿Qué es y cómo funciona?
Básicamente funciona como cualquier retailer: se diseña una colección (basada en piezas de patrones 2D que se utilizan para crear prendas físicas) con cierto número de prendas (muy limitado), lo compras en línea y en lugar de esperar el envío de tu ropa física; tu eres el que debe enviar una fotografía (con ciertas características) y la empresa (por medio de software modelado 3D) adapta la ropa que adquiriste a esa fotografía y luego te la envían de regreso en diferentes tamaños y resolución para que pueda ser posteada o usada en medios digitales.
En noviembre del año pasado, el retailer multimarca escandinavo Carlings lanzó su primera colección de ropa digital. Las 19 piezas (sin tamaño o género) costaban alrededor de 10 y 30 Euros, cada una con una producción limitada de 12. Los clientes enviaron su fotografía a los diseñadores que manipularon para que pareciera que estaban vestidos con dicha ropa. Se contrataron a varios influencers para promocionar la colección en Instagram y se agotó en tan solo una semana.
Otra marca que causó sensación durante la semana de la moda de Nueva York fue The Fabricant, quienes por medio de software de corte de patrones de prendas 2D y software de diseño 3D, junto con herramientas de renderizado de películas, para crear la ropa más real posible, diseñaron “Iridescence”, una colaboración con la artista Johanna Jaskowska (creadora del filtro futurista número uno de Instagram), Beauty3000 y Dapper Labs (el equipo detrás del fenómeno CryptoKitties,) subastaron piezas de alta costura digital por $9,500 dólares.
De manera similar a Carlings, los compradores tuvieron 28 días para proporcionar una fotografía para que los creadores pudieran personalizar las prendas digitales.
Es algo viejo
Por innovador que parezca, esto no es nuevo. Desde el 2014 con el juego “Kim Kardashian: Hollywood”, tu podías vestir a tu avatar con diseños exclusivos de Karl Lagerfeld y Roberto Cavalli. Otros ejemplos de ropa digital incluyen la colaboración de la marca inglesa ASOS X Sims y Fortnite, ambos juegos permiten a los jugadores comprar ropa digital de marcas de culto a través de colaboraciones o simplemente Snapchat y tu Bitmoji.
La generación más nueva de consumidores (los muy discutidos «Gen Z»), se la viven creando múltiples personajes digitales en juegos en línea y redes sociales. Pasan una parte considerable de su tiempo en comunidades digitales, así que la moda digital hace sentido para ellos.
No todo es perfecto
Pese a que en la era digital, la realidad y la ficción ya no tienen límites y son socialmente aceptados como ejemplo Li’l Miquela, la Instagramer con 1.5 millones de seguidores que solo existe en el ámbito digital, pero aun así ha representado a marcas globales como Prada y Balmain, y ha recibido pagos generosos por ello, aun así la gente no considera a la moda digital como moda, cuestionan su legitimidad y se teme que sean estafas.
A pesar de tener todas las credenciales de diseño, existen grandes barreras de entrada para las marcas de moda digital. Los diseñadores de moda tradicionalmente no están capacitados en modelado 3D y los patrones no se pueden convertir fácilmente en modelos 3D. Una marca de moda tendría que contratar a un artista 3D para diseñar prendas manualmente. Por ejemplo, The Fabricant recibe solicitudes frecuentemente para crear colecciones de ropa digital únicas. Pero el costo de un diseñador 3D significa que la empresa solo puede aceptar proyectos que generen al menos $25,000 Euros y demoren al menos seis semanas en producirse. Para un proyecto con el minorista de lujo de Hong Kong I.T, un equipo de cinco personas pasó tres semanas creando 15 piezas.
En el caso de Carlings se utilizaron cuatro «sastres digitales» para su recolección inicial y se vieron obligados a cortar los pedidos todos los días a las 2 p.m. ya que los sastres alcanzaban su máxima capacidad.
¿Será esta la respuesta al consumo excesivo de moda inspirado por Instagram? Aún no esta claro, ya que esta forma de vestir todavía le falta madurar, aún enfrenta grandes restricciones, sin embargo será interesante verla evolucionar y ver hasta dónde llegamos.
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