Por Mariel Figueroa
Comencé diciendo:
¿Te acuerdas cuando llegaste a la casa?
¿Te acuerdas cómo las dos éramos muy pequeñas y yo rogué a mamá para que te quedaras?
,¿Te acuerdas cómo llegaste y estabas tan feliz?
Y ya no pude continuar.
Después de 17 años juntas no podía imaginar que sería la última vez que nos veríamos, no quería despedirme de ti, tuve que salir de la habitación porque tú, mi perrita, mi compañía, mi amiga fiel…
Siempre supiste cuando estaba triste y te sentabas junto a mí, agachando tu cabeza para que te acariciara, la mejor forma de consolarme, unos cuantos apapachos y me sentía mejor. No era el momento para que te fueras, yo llevaba dos meses con una tos horrible que no se curaba con nada, ahora sé, solo era un síntoma de lo roto que estaba mi corazón.
No era el momento, necesitaba ese calorcito a lado de mis pies por la madrugada, pero me diste tanto que no puedo reprocharle nada.
Hoy hace medio año que te fuiste, y yo recuerdo que te fuiste cada que llego a casa y no estás esperándome en la puerta, con tu colita moviéndose de un lado a otro y tus orejitas que se levantaban cada vez que escuchabas tu nombre.
En casa mamá, papá, todos te extrañamos, siempre he creído que una mascota llena algo tan grande dentro de ti que aún con su partida sigue haciéndote feliz.
Hoy vi tu foto y recordé tu suéter rosita, como bailabas para pedir comida, y como hace 15 años corríamos por toda la casa haciendo reír a mamá.
Lamento no haber podido decirte más cosas, despedirme de una mejor forma, no estar contigo cuando te operaron o el día que te fuiste, pero te prometo que me voy a aferrar al pequeño rayito de esperanza que dice que en algún lugar nos volveremos a ver, y que entonces si te daré la carne de mi hamburguesa y no solo un pequeño pedacito de pan…