Texto y fotografía por Una Buena Brujer
Dicen que los citadinos solo son aceptados en su propia tierra… mmm, tengo mis dudas.
Dicen que están muy orgullosos de ser chilangos. Eso sí lo puedo afirmar.
Creo que es benditamente ventajoso, cuando un mexiquense se acostumbra a moverse de un punto a otro lejano diariamente en la capirucha: 4 horas diarias invertidas en tráfico, smog y ruido intenso permanente. Creo que les gusta, creo que ya se sienten parte de la ciudad; finalmente solo duermen en su casa y uno es de donde siente pertenencia.
by Candelario Gomez Lopez
Yo, como buena fuereña, temedora del tráfico y sus multitudes, encuentro maravillosa la forma en que un chilango se mueve de un lado a otro sin agobio.
El bendito-maldito metro y ¡tarán!, de un punto al otro por arte de magia. Ciertamente los chilangos son a prueba de miedo, sismos, cansancio y frustración; inmunes a la carne de dudosa procedencia de puestos callejeros y sobrevivientes del hervidero de personas en un colectivo en hora pico.
En serio, salen vivitos y coleando. ¿Sabes?, no los definen las adversidades y aaaman satirizar sus tragedias, siempre reír, pues el dolor de sus desastres da para muchas lágrimas y conmiseración. Y así, empiezan de nuevo con las piezas rotas del ayer…
Aldo Rafael Gutiérrez
La Ciudad de México es una aromática y peculiar mezcla de jugosos tacos al pastor, el metro a las 8 de la mañana -donde no cabe ni un alma más-, un enorme y dorado ángel que resguarda a una metrópolis entera, sentimientos de hermandad en tiempos de desgracia, godínez en Insurgentes a la hora de la comida caminando por las calles, merolicos que venden remedios mágicos, una torre latinoamericana como testigo inmóvil de amaneceres brumosos, bares con cerveza y buenas pláticas, frutas multicolor y chicharrón hirviendo en manteca en un tianguis de domingo, el rush de los edificios tan modernos como altos en las zonas exclusivas, y una monumental bandera tricolor bailando al viento en pleno zócalo a mediodía.
Todo este contraste de maravillas, prefiero disfrutarlo de lejos. Amo las amplias áreas verdes y el poquísimo tráfico de mi rancho, y caminar por los lagos que lo circundan muy temprano un sábado sin personas, un atardecer viendo como el agua, de poco come al sol; en silencio, pacífico.
Alejandra Briones
No cabe duda que los chilangos tienen superpoderes, ¿yo? yo me quedo siendo mortal, en un remoto ambiente verdemente inmortal.
Ya estamos.
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