Texto by Samara Saavedra
Imágenes Alejandra Alba
Faltan dos horas para la media noche e imagino que las estrellas han comenzado a salir, tras esa gruesa capa de contaminación que es lo único que se deja ver.
El aire húmedo, se siente espeso, como si pudiera abrir la boca y dar un mordisco, si lograra hacerlo, sabría a marihuana, perfume y sudor.
Estoy en una terraza, a medio llenar de personas, lleno total de hormonas. Chicos y chicas bebiendo cervezas y seudo mojitos, fuman a lo bajo, siempre con una mano sobre sus celulares; esperan una llamada del ex anhelado que los saque de esta soledad.
Con la mirada buscan prospectos; segundas y últimas opciones. Caen en la necesidad de olvidar el desamor con amores fugaces como yo.
Sonia Romero, no tiene remedio; es mi mejor amiga, mejor para el drama, mejor para la noche, peor para confesar y pésima para llegar temprano. Una hora y 15 minutos lleva de retardo.
Útil para aguardar, nefasta para mi reputación: Fanny, piernas anchas, mente estrecha, tiene el corazón vasto, ojos grandes, cabello corto y una sonrisa de infante. Una mosca muerta jugando a llenar sus vacíos existenciales; como mosca, vuela, arremolinándose entre hombres y mierda, mierda que parecen hombres, hombres que la hacen mierda.
No perder el tiempo parece ser la regla madre de todas las chicas aquí, Fanny lo sabe; la juventud y la sonrisa no durarán por siempre, mucho menos esos jóvenes precoces.
Había enganchado ya a uno, cuando otro le ofreció un poco de weed. Siempre con el mejor postor. La segunda regla. Su nombre no importa, basta decir que no es guapo, no es feo, es de esas personas que no recuerdas ver.
Sonia ya está aquí 11:30 pm, ha llegado para irnos, retozando ligera, al compás de la música, la de su cabeza.
Su vida torcida apenas se asoma por entre sus labios, en la comisura izquierda cuando sonríe. Sonrisa grande, risa estruendosa como de quien tiene todo que ocultar.
Me presenta a un chico, el que fue la primera conquista de Fanny, su nombre sinónimo de ¨sol¨ me entra por el oído indiferente. Todos son amigos, ¡Que pequeño es el mundo y más el nocturno! dentro de los bares todos se conocen, más allá de los nombres, por debajo de la ropa, por encima de cualquier relevancia.
Atravesamos la ciudad en el último vagón de metrobus, camino a una nueva locación, un departamento en Ixtacala, pueblo de quién sabe qué diablo.
Cuatro de la mañana, los tragos han sido suficientes para dormir a una vaca, ya todos están tirados en su respectivo pedazo de suelo, yo miro el techo, estoy acostada con él, creyéndome una zorra, seguro huelo a mojigata y tengo la acostumbrada cara de asustada, ¿debería estar rezando padres nuestros mientras este joven acaricia mis pezones cual si fueran cuentas de un rosario?
Fanny ya está con un nuevo y afortunado prospecto, lástima que sea el novio de la dueña del departamento, creo que en cualquier momento tendremos que salir corriendo. No tengo señales de Sonia, siempre desaparece en las sombras de la noche, confieso que tengo miedo cuando no lo hace.
Asumo han pasado un par de horas más, mi celular no tiene tanta batería como yo y no puedo comprobarlo, pero el cielo se comienza a aclarar, he decidido esperar el amanecer despierta; las mañanas “después” son más valiosas de lo que todos creen, solo tienes que fijarte en cada una de sus peculiaridades; ver la luz del día entrar por las cortinas que no son tuyas y olvidarte de la vergüenza…
Hoy observo unas amarillas canario, un color que no me encanta, pero ha logrado contagiar su candor, como si los rayos del sol me acariciaran y no los brazos de con quien comparto sillón.
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