Por Una Buena Brujer

Sus pies presumían tantas deformaciones y hematomas, que su danza dejó de parecer mágica y natural. Tan pronto ella se despojó de sus zapatillas de punta, comprendí cuántas microdosis de dolor y obediencia al arte había experimentado cada día, por muchos años, quizá.

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Al punto que la hipoalgesia era ya parte de su cuerpo.
Pero, había algo en su rostro, como un dejo de satisfacción en su sonrisa.

Era eso: la auténtica felicidad por el me-re-ci-mien-to. Nada, ni el dolor podía arrebatárselo. Y sin tanto aspaviento, en silencio con un suspiro del deber cumplido en su misión de vida, aquella bailarina de espigada figura, se fue.

Esta es la segunda parte que debería seguir a lo que voy a compartirte, pero era preciso supieras, la parte más dolorosa -y hermosa-, primero.

Siendo testigo de la historia que sus cuerpos perfectos contaban, a pocos metros leí en aquellos bailarines el cansancio pero también la certeza de sus movimientos, semejando cuando sonríes con el alma medio rota, por todas las batallas perdidas y otras tantas ganadas. Y aun así, sales a escena, te partes la madre en la vida diaria, y esperas lo mejor.

Allá arriba no hacían falta palabras porque sus movimientos sincronizados y expresiones, tenían un solo ritmo y una hermosa conversación… olvidaban sus pies maltratados y la fiebre de sus muslos cansados porque, se sacudían la tristeza y continuaban.

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Y, ¿sabes?, tiene que ser así: no inicies una nueva vida con las piezas rotas del ayer, comenzar todos los días de cero si es necesario porque la vida es eso que pasa, mientras miramos con compasión nuestras heridas del pasado, conformándonos con una vida muy pequeña en aislamiento.

Si te concedieran todo siempre, en lugar de confrontarte y retarte, te destruyen la capacidad de logro por merecimiento. Así no sabe. No se disfruta, pues no hay un camino recorrido de esfuerzo a quién agradecer por hacerte más fuerte.

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Y puede ser que tus pies -o tu andar-, no sean los más bonitos o los de la historia más ligera y feliz, pero ese caminar tan áspero te ha convertido en algo más -muuucho más- que un envase lindo y sin trascendencia; y porque las mejores personas y situaciones llegan precisamente por ese andar cansado y alma rotos; y con el nudo en la garganta, asumes las consecuencias transitorias de acertadas decisiones, y te vuelves una persona más libre, más plena y más sabia.

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Así que, sal al ruedo con tus pies destrozados, pero con la certeza que, sólo tú, has diseñado tu destino, y no vives cumpliendo el sueño de alguien más.

 

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