Texto por: Una Buena Brujer

Fotografía por: Samara Saavedra

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Comprendo la frustración de mis amigas y compañeras, nunca he ido a una venta nocturna, tampoco me hago las uñas acompañada de alguna de ellas, y si sucede algo triste en mi día a día, solo busco la soledad, enfrascarme en procesos introspectivos muy profundos y no suelo preocuparlas.

No es normal, yo sé

Como tampoco lo es que no enloquezca con los dulces, chocolates, alcohol, los tacones o chismes de la farándula. Sin embargo, siempre que tengo oportunidad, disfruto de mis amigas, sus uñas lindas con esmalte, de su incesante hablar y de su super poder de nunca cansarse en tacones de 12 cm, cómo lucen con sus bonitos accesorios perfectamente combinados, de su capacidad de dormir solo 5 o 6 horas al día, y de su paciencia conmigo, que soy toda una solitaria en jeans y apenas maquillaje.

Siempre creí que la feminidad se definía por unas pantorrillas bien formadas andando en taconazos, un rostro sonriente con mejillas regordetas y unas manos lindas de uñas arregladas, y discretas pero bonitas joyas. Y así lo creo porque mis piernas son más bien de canario, nunca tuve cachetitos, y mis manos son muy delgadas y venosas. Ya no hablemos de uñas pintadas o tacones coquetos.

Tacones coquetos
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Algunas de nosotras amamos escuchar conversaciones brillantes, divertidas y que nos muestran algo de nosotras mismas que no advertimos antes. Sin embargo, coincido con algunos varones cuando -por estudios y comprobado-, solo prestan atención por seis minutos, ¡sí, solo  s e i s  minutos! cuando una mujer (especialmente la suya), habla de moda, programas de TV o de la vajilla de la vecina. No puedo.

Es que, las féminas hablan muchísimo… de verdad; y lo hacen en una pirotecnia verbal, con cierto toque teatral… ¡tienen tanto que contarle al mundo!, y cuando eso sucede, procuren con su corazón que no sea para juzgar, desacreditar, o autocompadecerse.

Las mujeres sabias no viven quejándose, generan cambios.

mujer mirada adelante
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¿Sabes que es muy triste de nosotras?, que nos empeñamos en encogernos para caber en lugares, corazones, trabajos y familias que ya nos quedan chicos… y, ¿sabes qué es todavía más triste? convivir con mujeres que odian pasivamente a otras, que les ponen el pie, que destrozan su reputación por agradar a otros hombres.

No conozco mayor desgracia que ésta: que una mujer se sienta sola y acosada por otra mujer envenenada de envidia y rencor. No. Entendamos, lindas que, intentar opacar a otra mujer habla más de nuestras carencias y revela nuestras heridas más que desfavorecer a la que calumniamos. Tan revelador como patético.

Las mujeres que se aceptan y aman, nunca serán una carga para sus amigos, parejas o hijos, nunca. Serán por el contrario una inspiración para otros.

El poder de una mujer radica en su femineidad y sensibilidad, no en su sumisión; vive de su intuición, no de emociones culpígenas; se fortalece de su confianza en sí misma, no en su soberbia; se empodera con el amor fraternal a otras mujeres, no atropellándolas para sobresalir; y su justicia para detener la violencia criando a varones dignos, no a hijos abusivos y narcisistas.

Recuerda que es nuestra personalidad genuina y no el labial más costoso, la sonrisa más encantadora que poseemos.

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