Texto y fotografía por: Nancy Torres López

 Soy una mujer que como tantos disfruta y vive a través de rituales. Los hago parte de mi individualidad, como portadores de una magia alcanzable.

No seguir el instinto que arroja el deseo de realizarlos, va en contra de mi paz.

Es por eso que aniversarios, festividades y demás fechas simbólicas se convierten en instantes memorables y llenos de energías peculiares y particulares.

En una década he pasado festejando al menos siete años los últimos días del calendario fuera de casa, mi Ciudad de México. Hago un pequeño recuento de atrás hacia adelante:

Michoacán, 2013

 Mi segundo encuentro con el Budismo Tibetano, con el sendero espiritual y el primero en que conocí e interactúe con un monje; con él hicimos una ofrenda de luces.

Justo a medianoche varias personas leímos al mismo tiempo de un Sutra (escritura sagrada del Budismo). Podías escuchar las enseñanzas a voces.

Nunca en toda mi vida había celebrado así, en un lugar tranquilo, alejada de lo que yo consideraría un verdadero festejo.

 

  • Facebook
  • Twitter
  • Gmail

Playa del Carmen, 2014

 Viví por poco más de un mes con un grupo de amigos que 4 ó 5 meses antes habían decidido probar suerte viviendo a la orilla del mar.

Cuando llegué eran cinco, aunque a los pocos días fuimos aumentando, hasta el punto en que el departamento lo compartimos unas 10 personas, quizás más.

Recuerdo que el festejo de año nuevo duró 3 días de fiesta, de intensidad, las calles de Playa del Carmen parecían un carnaval.

Fue tanto lo bailado esas fechas que en cuanto acabó decidí partir y seguir mi viaje, lejos de cualquier extremo.

  • Facebook
  • Twitter
  • Gmail
 

Vietnam, 2015 

 Viajar se convirtió en mi pasión después de empezar a descubrir mi país, pero, por mucho que lo deseara, no me había visualizado fuera, menos TAN lejos. Ese fue mi primer viaje “sola”: Tailandia, Camboya y Vietnam.

Me vi allá con una buena amiga que hacía un intercambio de 6 meses en Tailandia, viajamos juntas un par de semanas.

Junto a ella conocí a un chico italiano en el avión a Camboya, estuvimos con él 3 o 4 días. Luego mi amiga tuvo que regresar y yo me dispuse a viajar con él.

En la víspera de año nuevo habíamos cruzado de Camboya a Vietnam por río, y llegado a un pueblo pequeño. Ni siquiera recuerdo bien por qué estuvimos ahí. Yo estaba improvisando completamente, mientras me dejaba guiar por el italiano.

Era de noche y no había gente en la calle, parecía un pueblo fantasma. Sólo un borracho de procedencia occidental estaba sentado frente al río, con el que preferimos no conversar.

Esa noche terminamos viendo caricaturas gringas en uno de los países enemigos públicos e históricos de Estados Unidos y su capitalismo. El plan más improvisado de mi vida; ahora no sólo no me arrepiento, sino que lo pienso con todo el cariño.

 

  • Facebook
  • Twitter
  • Gmail

Medellín, 2016  

 Por azares del destino viajé con un boleto de avión patrocinado por una completa desconocida -historia que relataré en otra ocasión-, a Bogotá, Colombia.

A los pocos días de haber llegado un amigo bien querido me habló para hacerme saber que estábamos coincidiendo en el mismo país y que me invitaba a pasar año nuevo con él, todo pagado. Accedí indudablemente.

Tomé un avión para llegar hasta él. Se quedaba con otro mexicano y tres árabes aparentemente de mucho dinero (MUY guapos), que habían viajado para dormir durante el día e ir de fiesta y conocer mujeres durante la noche.

El año nuevo lo pasamos en una plaza rodeada de luces navideñas, de bares, de gente especialmente atractiva, bailando, bebiendo y probando las maravillas y los excesos colombianos.

  • Facebook
  • Twitter
  • Gmail
 

Varanasi, 2017

Fui a India en un principio por invitación de un monasterio tibetano (muchos años estudié filosofía budista en una pequeña sede mexicana del mismo).

Después de la estancia un grupo de practicantes viajamos junto con nuestro maestro, un monje Butanés ex alumno del monasterio. Viajar con gente que conocía pero que no consideraba cercana ha sido de las pruebas más difíciles.

Todos viajamos de maneras distintas, yo era la que menos dinero tenía y la que por más tiempo iba a andar. No me acoplé a ellos ni ellos a mí; mi Maestro me daba espacio, me decía que hiciera lo que mejor me pareciera.

Al llegar a Varanasi quedé en el mismo hostal que ellos, pero en una habitación más barata, lo que me permitió convivir con otros mochileros del mundo.

Estaba muy enferma por la contaminación y gente que no sabía ni mi nombre me cuidaba, me consentía. Entonces decidí que la última noche del año viejo iba pasarla con un grupo de completos extraños en lugar de con mis compatriotas y “compañeros espirituales”, decisión que hasta el día de hoy pienso fue la más inteligente.

Mientras el grupo con el que yo venía lo pasó meditando (acción que considero hermosa), yo gritaba a voces con otros jóvenes “¡Feliz año nuevo!” en distintos idiomas, mientras partíamos un pastel. Todos nos abrazábamos sinceros.

  • Facebook
  • Twitter
  • Gmail
 

Oaxaca, 2018

 A principios de diciembre fui a visitar a uno de mis mejores amigos que “abandonaba Babilonia”. Conocí en ese viaje a su hermana y conectamos tan bien que regresé a pasar año nuevo con ella, aunque mi amigo no estaría en su casa.

Al final éramos 6 personas que disfrutamos la casa de mi amigo en su ausencia.

La fiesta, frente al mar, con un cielo estrellado. La pasamos entre amigos; riendo y bailando sobre una línea delgada que nos hacía ser extraños y familia al mismo tiempo.

  • Facebook
  • Twitter
  • Gmail

Claro que sentí y sigo experimentando el miedo, desde la primera vez que decidí irme de casa a vivir la aventura, sobre todo en fechas tan significativas para cualquiera.

He viajado por más de una decena de países alrededor del planeta y siempre me asusta la posibilidad de que la siguiente vez no sepa lidiar con la soledad. Pero ahora, puedo jurarle a cualquiera que abandonar la monotonía es una acción que se debe inducir en uno mismo al menos una vez en la vida. 

Sentirte bien querido por extraños y compartir con ellos lo que tengan para dar fomenta  la fe y esperanza en la sociedad y el mundo.  

Hablar de un cambio de año siempre trae a la mente un fin y un inicio de ciclos, acompañado de eventos repletos de augurios y expectativas. Volver la mirada hacia el pasado a propósito de estas fechas, suscita la armonía, muchas veces esporádica, entre la ansiedad y la quietud.

  • Facebook
  • Twitter
  • Gmail

¡Qué raro y especial se siente vivir!

Comentarios con Facebook