Por Una Buena Brujer
Dicen que el amor agudiza todos los sentidos, menos el común.
Y no, no sientes amor, sólo estás enamoriscado; aunque los divide una línea muy delgada, es un mundo de diferencia.
No vengo aquí a arrebatarte tu entusiasmo, ¡al contrario! te visito hoy para que lo hagas consciente, para que sepas que todo ese remolino de emociones puede magnificarse y llevarte al cielo con los piecitos en la tierra. Mj.
Déjame compartirte cómo un estudio científico que llevó a cabo el psicólogo Arthur Aron de la Universidad de Nueva York, mostró en una tomografía cómo el cerebro de un adicto se estimula exactamente como lo haría alguien que ve una fotografía de su ser amado; nosotros ya lo sabemos, cuando nos enamoramos un cóctel de químicos cerebrales nos alimenta, nos bombardea, al punto de convertirnos en afectos a una droga; si tú te sometieras a este estudio, parecería que eres todo un farmacodependiente, ¡por ello necesitas tenerlo cerca!, ¡todo el tiempo!… Y cuando ese romance termina abruptamente, se produce el llamado síndrome de abstinencia, que orilla a una persona a hacer lo que sea (lo-que-sea) por tener de vuelta a su droga.
Así tú: pierdes -temporalmente, gracias a Dios- la capacidad de disfrute y concentración, porque tu cerebro genera un apego alterado a la persona quien dices amar.
Ahora vamos a lo bueno: si tú resistes lo suficiente la etapa de transición al amor real, al que llamo amar con los pies y no con la cabeza en el suelo, serás acreedor a una de las experiencias más nutritivas, sanadoras y honestas posibles.
Porque cuando estás en el estira y afloje del enamoramiento pasional, ese que te convierte en un drama queen, que te obliga a hacer berrinches a mitad de periférico -con bajada de coche y todo-, que te obsesiona por un mensaje meloso en la madrugada; el de gritos, sombrerazos y reconciliaciones una vez por semana… donde los besos y las citas son mitad mentira y mitad verdad; ese amor que es la piedra con la que has de tropezar varias veces en la vida, (sólo que con un rostro y nombre diferentes), y donde no sabrías qué contestar si te preguntaran porqué estarías con él o ella, si ya nunca más tuvieran sexo… porque sabes perfecto que no te inspira, tampoco admiras. Porque tampoco conoces realmente su mente.
Sí, estamos destinados a vivir a un cierto tiempo en estas relaciones de cuento de (intensas) hadas y poco honestas; debemos caminar en esas espinitas que nos preparan para reconocer a quien debe estar en nuestras vidas de forma estacional o permanente.
Y cuando estás up to de mother, cuando ya le das credibilidad a lo que hacen y no a lo que dicen, optarás por elegir tu one and only; y ¿sabes? no la necesitas precisamente.
La prefieres, la eliges… y es donde no te obligas más a usar un disfraz de perfección, porque eso implica renunciar a la verdadera intimidad emocional en la que te sentirás pleno, que no es brevemente feliz, es pleno.
Ese incómodo pero maravilloso momento donde te das cuenta que sí tienes sentimientos profundos y que estabas conformándote con una vida muy pequeñita, tóxica, nada nutritiva y llena de incertidumbre… Bueeeno, bueno todos merecemos una vigesimocuarta oportunidad, ¿no?
¡Vamos!, atrévete a pasar esa línea imaginaria del cuento de amor pseudo perfecto y platónico, para protagonizar una intimidad real; esa con días regulares, cuando el trabajo o la escuela te deja exhausto; cuando estás resfriado y cero atractivo y no tienes la menor gana de romancear, pero eliges a tu persona favorita, no el momento favorito.
Cuando deja de convertirse en incómodo un momento en total silencio con esa persona.
Porque muchas veces lo que se calla causa más impresión de lo que se dice.
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