Texto por: Mariel Figueroa

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By Samara Saavedra

¿Cuántas cosas  hemos hecho en el nombre del amor?

Sexo sin condón y la sinterización de partidos de fútbol… en mi lista de ellas, está la lectura del libro Huesos de lagartija  del  doctor en estudios mesoamericanos y maestro de antropología social Federico Navarrete; obsequio del chico del que creo estar enamorada.

Publicado en el 98 con una portada ilustrada por una lagartija abstracta, no es el tipo de texto que llame mi atención, (dispensen mi superficialidad) justo el día de ayer y con tinder en mano, recordé no juzgar un libro por su portada.

Fue eso o quizá  mi obsesivo interés de conocer la personalidad de mi crush que vi en este obsequio una oportunidad, la madrugada me alcanzo para leerlo.

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Ahora sé que este libro es uno de los intentos de Navarrete, por contarnos la verdadera historia del México prehispánico, en el narra la vida de un joven, Cuetzpalómitl que vivió la conquista de México, por sus palabras conocemos la caída de Tenochtitlán. Por sus ojos, imaginamos la antigua ciudad y la vida antes de la Conquista.  Por sus oídos, escuchamos lo que su pueblo pensó de aquellos extraños hombres.

En un relato ágil y dramático, La vida pasa ligera y a la vez cruel, en una ciudad rodeada de canales, donde los cultivos nacen del agua, se juega “pelota” y los sacrificios son una ceremonia común.

Las historias de guerra,  el hambre y las enfermedades fueron el meteorito que acabó con una civilización pero algunos lograron permanecer en su ciudad, con sus seres queridos.

Me doy cuenta que mis libros de texto me deben demasiado

Ahora lo veo como una forma de regresar a una ciudad maravillosa llamada Tenochtitlan, he juntado en una parte de mi cabeza las veces en que vi una chinampa, las ocasiones en Xochimilco recorriendo el lago sobre una trajinera, las ruinas de lo que algún día fue la sede de los juegos de pelota, todo ello aunado a mi gran imaginación me ha llevado a tener una imagen de la vida de nuestros antepasados.

Con el libro en el regazo me cuestioné cómo es que esa ciudad es la misma donde ahora camino, y caigo en cuenta que la tierra siempre seguirá su curso, vivirá a pesar de nosotros. Pienso en las personas que amaban al dios de la lluvia y en nuestra necesidad de nombrar todo, de buscar explicaciones.

Ahora la lluvia es esa maldición de tráfico, hoy las palabras sabias  de los ancianos han quedado enterradas en asfalto, o si bien les fue en un “bonito” asilo.

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Me siento como un joven que escucha y me sorprendo de cada detalle. Ésta historia, culmina con la rendición mexica, con todo y sus traiciones, la muerte y el dolor. Al final me siento más mexicana o quizá sólo me inundo de nacionalismo.

Pienso en todas las cosas que pudieron haber pasado en el mismo lugar en donde ahora bebo mi café. Pienso en que éste es el tipo de Novela que deja algo que te hace sentir diferente y ahora sé porque él me lo ha dado, me gusta mucho más…

 

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