Por Una Buena Brujer
Diciembre 2018
Porque una tarde de compras navideñas la mami-van que transporta a sus críos -sin cinturón de seguridad-, es más agresiva al volante que el mismo Mad Max, para luego enviar un mensaje de texto, propinar gritos y señas obscenas mientras se pasa un alto, sólo… sólo por un lugar de estacionamiento -para discapacitados, por cierto- en un centro comercial de moda.
Tampoco el compañero «godín» que roba un poquito cada día en la oficina, mientras se dice para sí mismo “mi aguinaldo complementario… el jefe tiene mucho más”; ni este último que utiliza a sus empleados como suplemento de úsese y tírese, cuya salud y seguridad le es completamente intramuscular.
Seee, ya sé: tengo el modo Grinch activado. Y es que me parece una patada en la espinilla de la congruencia, cuando una persona es su peor versión oprimiendo al más vulnerable, y mostrando su servilismo (con sonrisa # 36) a la suegra, al jefe o a quien más le conviene.
Yo estoy rodeada de masiosares, sí: extraños enemigos, en la oficina; sin embargo, no preciso de la lambisconería para sobrevivir en la época navideña, no.
Alta traición para uno mismo… después de todo, Judas nos enseñó que no todo el que besa y acompaña, ama.
Ya he visto como el alcohol es un desatador de nudos en la garganta, un revelador de secretos incómodos, también un activador de verdades tardías, y bajo ese influjo, a todos les ha dado un ataque de sinceridad poco asertiva en la comida de fin de año o la cena de Navidad.
En esta época, juro que he visto más lágrimas sinceras y más abrazos amorosos en el aeropuerto, que en una boda y funeral. O mejor-peor aún: en cenas navideñas familiares y de oficina… ¡de verdad! Y cuando el Universo me acomoda en primera fila para presenciar tales demostraciones de amor fraterno, me siento como pluma en carnaval: atestiguando el amor real de unos desconocidos.
Sí, he de decir que son tiempos difíciles para los que sentimos mucho, para aquellos que no nos llevamos nada bien con la doble moral, con el espíritu navideño tan tristemente prostituido, igualmente simulando felicidad.… y sentir a medias la vulgaridad de las máscaras. Y es que me preocupa más mi conciencia que mi reputación.
Mi conciencia y yo, ¡la llevamos tan bien!
Y bajo esa línea, no podría dejar de hablar de aquellos pocos que piensan, sienten y hablan en un mismo color; aquellos que llevan una Luz de congruencia, y de verdad conmueven con sus actos de corazón. Les importa muy poco el qué dirán, y regalan por igual esa Luz al mendigo y al poderoso, ¡ellos existen tan bonito!, das gracias anónimas por ser testigo de su amor al mundo pese a ser éste a veces tan cruel y traicionero.
Sí, aún existen personas que invierten su vida encendiendo otras cuál debe ser: en anonimato y sin publicarlo o alardear. Donde abunda Dios, no la religiosidad.
Acompañar a alimentar y cobijar a algún humano o animal en desgracia el día de Nochebuena, de verdad que no se cambia por una cena llena de represión, frivolidad, lentejuelas y derroche de comida innecesaria. Pero sí a favor de compartir la vida y la mesa rodeada de cariño genuino.
P.D. Y para esa incómoda cena navideña en casa o el trabajo, no olvides llevar bufanda y mucha paciencia, por si acaso.
Comentarios con Facebook