Por: Samara Saavedra
Tengo la edad de Cristo muñeca. Eso es malo muñeca; a esa edad fue perseguido y asesinado, lo mataron a esta misma edad que me cargo.
¿Me entiendes muñeca? No, claro que no.
Te lo explico:
A mi Cristo me odia por ser marica, porque bebo whisky, mucho whisky, whisky muy barato, porque tengo unos puteritos que me dejan beber un whisky poquito más caro, pero yo creo que sobre todo me odia por marica… Pero él me hizo así muñeca…
Yo lo amaba. El me hizo así, yo lo amaba, lo amaba más que a nadie, yo le di todo… Él me hizo así, él me quito todo. —Entre sollozos— ¿Te estoy confundiendo muñeca? ¿No agarras? No muñeca, ya no hablo de Cristo.
Mi padre. —Rompe en llanto— Yo lo amaba, yo le di todo, y me dejó, se burló de mí.
Me dejó por una perra como tú, bueno, digo… no te quiero ofender, me refiero a una de las tuyas; una mujer.
Ustedes se quedan con los buenos, con los guapos, con los ricos, con los solteros. Con mi papá. ¿Mi madre? No, esa perra no. Por ella amo a las mujeres, ustedes son todas hermosas, con sus ojos, sus cabellos, sus voces, todo delicadito.
Con sus téticas que dan leche, con sus vaginas rosaditas y sus vientres que dan vida.
Mi madre me parió y me dijo “Tú eres mía lobita.” Y soy suyo, aunque ella ande aullando muy lejos, quién sabe dónde y quién sabe con quién. …lo lamento mami, pero papi me quería más a mí…
Entonces la perra me maldijo, sí, con eso de la lobita, la muy perra me maldijo y se me quedó lo loba, ando sola, o solo, como quieras decirme, porque por fuera traigo la verga, pero por dentro aúlla la loba.
A veces me siento de verdad fea, como que me lleno de pelo, se me pelan los colmillos, se me botan las garras y quiero cazar menores de edad.
No te preocupes reina, no te asustes muñeca, solo quería decirte que… ¡que bonitos ojos tienes, me encanta tú nombre, que lo amo, que lo odio, y darte las gracias por mirarme!
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