“El océano es más antiguo que las montañas y está cargado con los recuerdos y los sueños del Tiempo”
Howard Phillips Lovecraft
Texto y fotografĂa por: Nancy Torres
Quiero al mar cantarle entre afonĂas y espacios vacĂos todo aquello cuanto un millĂłn de veces se le ha dicho: hablarle de su inconmensurable belleza, gemir ante su salvaje existencia, su bravura, morir aterrada en infinitas ocasiones a causa de su inmensidad, renacer entre el meneo impredecible de las olas; quiero que el mar escuche este canto que es tan parecido a todos los otros, que no tiene nada de especial, pero intenta ser una humilde ofrenda al agua salada, y espera ser enterrada como un tesoro en el recuerdo.
No podrĂa hablar jamás del dĂa en que nos (re)conocimos, nunca olvidarĂ© a partir del momento quĂ© empecĂ© sin “razĂłn aparente” a temer, justo igual cĂłmo me pasĂł con el amor. No puedo acordar haberme entregado antes o despuĂ©s a otros como con Ă©l, dejarme abrazar asĂ, sostener, revolcar, escupir, golpear, tirar, arrebatar, levantar, asear, pulir, purificar, aleccionar (y otra vez: aleccionar).
        ExistĂ entre el mar y el rĂo             Â
“Siempre he sido imparable”
Nunca nada habĂa sido mĂo
Más fluĂ: ahora soy navegable.
El mar, cuerpo irresistible mas no digerible, aguas de figura absoluta,  hechiceras y aplastantes, fenómeno imponente, abismal, que se mueve inconsolable, sin reparo, no duerme ni descansa, ni miente ni se atrapa, no cabe en ningún sitio, no lo puedes llevar lejos, el daño que le infrinjas sólo en ti estará realmente hecho.
Fluye y no huye, nunca se va, nos vamos nosotros de él, sabiendo que este se quedará en cada uno de los que alguna vez lo irrumpieron y a medias intentaron habitarlo; no se le vende ni se le conquista: es pura libertad.
En el dĂa el reflejo te trasporta al reinos de otros seres y fantasĂas, destellos armĂłnicos que fluyen continuos entre visiones de cristales; de noche te ahoga entre golpes de viento, siluetas frĂas, en una oscuridad hostil que da melancolĂa, da vĂ©rtigo.
Construyo castillos
De arena en los mares,
Florezco de colores
Con distintos brillos,
Vivo mil y un amores
Aprecio sabores reales.
En el mar recreĂ© continuamente a todos mis muy queridos amantes imaginarios, luego se fueron borrando todos mis presentes y pasados, tiñendo a la melancolĂa de maravilla, romanticĂ© pues a mi soledad y a mis ideas absurdas de buscar e idolatrar, entonar himnos a la demencia.
Me tatuĂ© un barquito de papel que navega entre las tempestades de mis remolinos y desiertos lĂquidos mentales, yo ando dejando que se moje, que parezca fuerte, aunque se entienda desde el principio cuál será su final; ya no importa si el barco me lleva o no me lleva a cualquier rinconcito, a ningĂşn lado, el mar igual arrastrará  todo suspiro.
Bailo ahora con los pies metidos en el agua, dejando que poco a poco se los trague la arena. Es el mar a quien yo en verdad amé y, si en algún momento imploré otras caricias, ni lo digo ni me acuerdo. Ya sin razones ni pretextos para permanecer, el camino se hace largo, perpetuo, lo debo de caminar aún a costa de mis deseos por arrojar mi mente e invadir el cuerpo de sales, hundir mis palabras en la arena a la orilla del mar.
Explotan en mĂ y en ellos las mareas
Sólo alcanzan a gozar las lágrimas
(Esperanzas de aguas grises coloreas)
Nosotros ya no sabemos si amar más
Suben de pronto las mareas y “qué sea lo que tenga que ser”. Con el tiempo, la tormenta, luego la calma… asà será.
Navego todos, los mil y un mares: los mentales, los fĂsicos, tempestuosos, muertos, calmados, ahogados, bravos, abiertos, inexplorados… la monstruosidad de la incertidumbre me arrastra, justo como lo hacen el tiempo y la marea; navego entonces aguas perdidas de un infinito eco, el cielo se despeja y me protege, entonces este es como un mar de lunas brillantes.
Estuve antes sentada encima de mis pensamientos, rogando al aire no estar entre penas, y fue la sinceridad de mis oraciones las que transformaron la tierra seca en un mar de flores, de vida, de mariposas… preferà no ahogarme en aquel océano voraz e ilimitado, ¡qué miedo tan eterno tengo de sucumbir en su abismo interior!
Cuando el hielo
Es muy frágil
Viene el mar
TĂş vas a ver
Que tan hermoso
Puede ser
Cuando el hielo…
Querido Mar, te hartĂ© yo de tantas y tantas lágrimas, saliva, fluidos, miradas borrosas, ojos rojos, gritos ahogados, patadas, soledades, silencios, orgasmos. te invadĂ, abandonĂ© dentro tuyo piedras, obsequios amuletos entre muchos otros rituales traĂdos de otras tierras, algunas tan altas como lejanas; te obsequiĂ© como prueba de amor mis muertos cabellos, te limpiĂ© aun cuando te tuve miedo.
Nunca se despiden los deseos de regresar a mĂ misma a travĂ©s de ti, y voy corriendo a tu encuentro cada que puedo como si pudiese interpretarlo cual revelaciĂłn obsequiada del oráculo a la heroĂna, protagonista de incontables historias y aventuras, una premiaciĂłn a la valentĂa, que nos une y nos atrae mutuamente sin importan nada de lo otro.
Pensar que siempre habrá un lugar que quede justo pasando el ancho mar, pensar que no sĂ© si quiero o voy a llegar algĂşn dĂa hasta allá, porque ni Ă©l ni yo sĂ©samos de estar sin rumbo, sin prisa, no entendemos ni dudamos, ni por un segundo esperamos al Ăşltimo aliento, ni aguardamos detrás de horizontes, ni contamos los latidos de la gente, sĂłlo cantamos coplas que revelan mi falta de elocuencia y su vasto esplendor.
Suenan mil caracolas
Son sonidos del ser
Recibo sus bendiciones
Bailan siempre las olas
Mi sangre se puede ver
En todas mis expresiones
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