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Andrés Serrano serie de «The Morgue»

Por: Krystell Ramos

Y ahí estaba, observando la necropsia de un desconocido. Su cuerpo inerte y purpúreo me hipnotizaba. Perturbador, pero encontré paz en su vacío. No hay nada más real que eso. 

Durante toda mi vida me había alejado de la oscuridad. Cuando era niña me atemorizaban los monstruos, la muerte, y lo desconocido. Mis padres siempre me protegieron. Nunca imaginé que sin importar el camino que eligiera, las sombras me llamarían. 

Estudié a las personas por medio de la psicología. Leí sobre el funcionamiento neuroquímico. Aprendí sobre ingeniería metabólica, bioquímica y biología molecular. Memoricé la anatomía humana. Pero nada me causó tanta satisfacción como lo hizo el desentrañar los misterios de un cuerpo sin alma sobre una plancha.

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Andrés Serrano serie de «The Morgue»

 

Hace unos meses me inscribí a una clase de Ciencias Forenses. Estudiar lo vivo no me fue suficiente. Necesitaba descubrir la belleza en la otra cara de la moneda. Tenía que leer las historias escondidas en los indicios. Me sentía ansiosa por ver un cuerpo marcado por la vida y la muerte. 

La clase era teórica, pero desde el primer día nos ofrecieron la oportunidad de visitar un anfiteatro. Nunca había visto a un occiso, pero la idea parecía fascinante. Cada día me enamoraba más del conocimiento. Las clases me preparaban para un día en especial. Aquel marcado en rojo dentro de mi calendario. 

Un día antes comencé a sentirme nerviosa. La ansiedad y la incertidumbre me devoraban. Me preguntaba: ¿Y si el olor me provoca náuseas incontrolables? ¿Y si me desmayo? ¿Y si mi mente no soporta las imágenes? ¿Y si no estoy lista?

El día llegó. Efectivamente no estaba lista, pero estaba y eso parecía suficiente.

Parte de mí se hallaba entusiasmada, pero mi moral no entendía el por qué. Segundos antes comprendí que estuve esperando ese momento por meses mientras la persona desnuda y sin vida ante mis ojos vivió todo ese tiempo sin siquiera imaginar que hoy se convertiría en el punto clave de la experiencia que marcaría mi vida. Nunca supe su nombre, pero vi como de un momento a otro se deshumanizó y se convirtió en un objeto de análisis. Vaya experiencia.

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Andrés Serrano serie de «The Morgue»

 

El médico forense entró al anfiteatro y tomó la cadena de custodia para leerla y proceder junto al técnico. Estaba sentada tras un cristal, observando con respeto a aquel hombre desnudo. El técnico procedió a realizar una incisión en el abdomen del fallecido y continuó en trayectoria recta hasta la garganta. Amarillos y rojos vibrantes opacaron el poco color que aún quedaba en el cuerpo.

No podía creer lo que estaba viendo. Mi mente se bloqueó. Las imágenes se mostraban frente a mis ojos como un documental. Lo veía tan lejano. El médico seguía leyendo y al finalizar analizó lo que tenía enfrente. Llegaron peritos a tomar fotografías y a hacer mediciones.

El técnico fisuró el cráneo del occiso sin dificultad y dejó al descubierto el encéfalo para su análisis y toma de muestra. Cada órgano fue revisado, pesado y fraccionado para su proceso en los diferentes laboratorios. Al terminar, el técnico colocó todo en su lugar y cerró el cuerpo. El resultado fue impecable. 

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Andrés Serrano serie de «The Morgue»

 

Respiré lo más profundo que pude y exhalé de golpe. Ahí había quedado una vida. Después sólo pude sentir paz. El rostro del hombre había perdido la expresión. La tensión que le daba aquel rezago de humanidad había desaparecido. El hombre ya no era hombre, su alma había desocupado su cuerpo y lo único que quedó fue la carne. Vi mis manos aún coloreadas por el flujo de sangre y sonreí. 

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