Texto por: Laura Barrios

¡Alto! Esta recomendación bien podría pasar por aviso. Siéntete libre de ignorar este review. Bajo advertencia no hay engaño.

Bienvenido a la carpa del horror y la perversión, donde verás gallinas vivas siendo devoradas, serpientes retorciéndose en los lugares más íntimos del cuerpo y orgias al por mayor.

Creada en 1984, “Midori, la niña de las camelias” (Shoujou no Tsubaki「少女の椿」) retrata sin la menor pena o vergüenza los peores vicios y deseos del ser humano descargados en una criatura impúber quien, sola y desamparada en el mundo, no encuentra otra forma de “sobrevivir” que quedándose junto a los seres más horribles de la humanidad, literalmente.

Midori es una niña de no más de 13 años que se dedica a vender flores, camelias siendo más precisos, para poder obtener algo de dinero y así alimentar y comprar medicinas para su madre enferma. Sin embargo, una noche, y como símbolo de mal augurio, un hombre de sombrero de copa y vestiduras negras muy elegantes le compra todas las flores que tiene, a la par que le da su tarjeta para que lo busque si en algún momento necesita ayuda.

Cosas de la vida, que cuando la pequeña llena de esperanza regresa con su madre descubre que su ausencia ésta murió, comenzando ya desde el minuto tres con las escenas fuertes y detalladas, especialmente por la forma en que la pequeña encuentra el cadáver de su progenitora. No, no te describiré yo la escena. Verla visualmente es parte del disgusto.

Devastada, nuestra desafortunada protagonista recurre al hombre del sombrero, descubriendo sin poder dar vuelta atrás que aquel sujeto es dueño de un freak show, quien junto a las exóticas atracciones se encargarán de hacer imposible la vida Midori desde el primer momento, provocando que ella desee la muerte “mil veces”.

Basada en la obra del popular mangaka de ero-guro, Suehiro Maruo, este cómic japonés es sólo una de las tantas historias de corte oscuro que ha salido de las manos de este oscuro genio. Besos japoneses, pedofilia y orgías son sólo algunas de las perturbadoras acciones que nos encontraremos, suficientes para que ninguna casa productora quisiera adaptar tan macabra narración en cintas de celulosa.

Hiroshi Harada fue el animador que decidió poner manos a la obra, tardando más de cinco años realizó 5 mil planos, así como financiando el trabajo de un par de seiyus (dobladores) y el de una compositora que terminó por entristecer totalmente la trama.

Visualmente, en un primer momento no comprendes si la toma ha quedado congelada o tu conexión a internet se detuvo, ya que hay escenas donde el diálogo y la música se escuchan, pero los rostros de los personajes se congelan de manera obvia. Donde deberían de percibirse movimientos de tela o cabello termina un emplasto de tintas que, aunque muy bellas, resultan poco al momento de buscar saciar el morbo.

No me malinterpreten, esto no viene de a gratis. Harada al encontrarse solo decidió ahorrarse la creación de ciertos cuadros para permitirse avanzar de manera más rápida, y aquella falta de movimiento se compensa con el detalle de ciertas ilustraciones que nos permiten entender el dolor de la protagonista, cuyos momentos más intensos resultan cuando sus movimientos son más fluidos.

La historia, presuntamente por los pocos detalles con los que podemos ubicarnos, tiene lugar a finales del siglo XIX. Vemos un Japón melancólico de aquellos tiempos más tradicionales, con zonas industriales llenas de fábricas y letreros en katakana (sistema de escritura japonés para transcribir fonéticamente palabras extranjeras), pero también alcanzamos a divisar ciertas casas de té, negocios locales y música que trata de emular el ritmo de las casas de Geishas.

Respecto a la banda sonora, no es más que teclados y sintetizadores, que de manera graciosa tratan de emular los dedos adiestrados que raspan las cuerdas de la popular arpa japonesa. No, no crean que porque no posee un OST dirigido por un reconocido director o compositor no vale la pena; en su sencillez también radica la tristeza y la soledad con la que Midori relata su historia.

¿Buena o mala? ¿Invaluable o un trabajo inútil? “Midori, la niña de las camelias” está disponible en Youtube, obviamente con su audio original en japonés y subtítulos en español. Ya dependerá en ti recomendar esta obra o no, yo lo único que hago es invitarte a darle una mirada indiscreta. Prepárate, haz de tripas corazón y evita comer un par de horas antes. El arte está ahí, la historia nadie podrá negar que es original. En internet ya es considerada una película de culto.

Como datos extras: la versión original era de 56 minutos, hasta que el gobierno japonés eliminó todas las copias salvo una defectuosa que Harada logró esconder y es la que ahora podemos… ¿disfrutar? Eso sí, sin ocho minutos de material censurado. ¿Quieres perturbarte más? El animador declaró que tras entrevistarse con el mangaka, éste le confesó sin empachó alguno que muchos de los hechos acontecidos en la película fueron totalmente reales…

 

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