Texto y fotografía por Una Buena Brujer

 

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Sí, con todo el corazón de aroma a leña, a brisa del bohemio y limpio Mazunte, y a las prístinas bahías de sus costas abrazadas por el sol.

Porque dicen que la vida es demasiado corta para enamorarse de lo común, Oaxaca es el espacio intacto en mis memorias; ningún lugar me ha cobijado tan celosa y amorosamente como ése; y es que sentir poco por una tierra como ésa, no es una virtud, sino un síntoma.

Oaxaca es amable, no sólo por la hospitalidad de su gente, también amable de ser tan susceptible de ser amada y, mi vocación de persona triste, allá, encontró puritita felicidad.

Quise quedarme por siempre en esa sierra resguardada con el fuego de la leña debajo de un comal enorme, cómplice de cientos de historias que olían a ocote, a maíz limpio de las tortillas artesanales, y al chile habanero asándose para acompañar en una salsa brava la comida de aquella tarde. Mi vestido con olor a ese humo me decía que debía volver pronto a la indomable pero cálida sierra, llena de buenas personas y de sazón prehispánico incomparable.

Al día siguiente un piapia azul, robaba con descaro un trozo de comida de mi plato, mientras yo embelesada veía el  esmeralda bicolor del mar, y las montañas hacerse azules a lo lejos… un paisaje inefable gratuito sólo para mí. Quería detener ese momento un par de días más;  me prometí tenerlo presente por muchos años más en mi corazón.

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Aquella tierra linda, no solamente tiene los mejores paisajes y postales vivientes, como las majestuosas cascadas en escalera de El Llano, cristalinas y envueltas en el vapor de la selva… Oaxaca también es dueña de una de las más importantes herencias y tradiciones ancestrales de México. Una de estas tardes me enseñó su elaborado vestido típico de tehuana, mecerse ritmo del “Jarabe mixteco” y al “Son de Pochutla”, y debajo de éste su prolija y blanca enagua, elaborada a mano.

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Oaxaca tiene tantas historias que contarnos, guarda palabras en sus montañas, y caricias de sus amaneceres… inventa cada día un atardecer diferente, y querrás llevarte atrapado su olor, su sabor y todo su cariño.

Si amas a alguien, déjalo viajar a Oaxaca.

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