Texto y fotografía por: Nancy Torres López
“Caminar es a menudo un rodeo para reencontrarse con uno mismo”
David Le Breton
Nuestra existencia se desarrolla en medio de un torrente de juicios y suposiciones, tanto que pueden salvarnos la vida como encadenarnos a una creencia que no nos permitirá crecer.
Todo sueño se hace realidad a través de un complejo proceso en su mayoría de calidad metal, que se inicia con una especie de afirmación momentáneamente sobreentendida que en palabras podría expresarse de manera poco profunda y hasta inelegante como un “yo creo”.
Siempre hay, o mejor dicho, debería de haber un momento en la vida de todo ser humano en el que sienta una natural urgencia por moverse de cualquiera que sea el sitio en el que este se encuentre con regularidad.
Viajar es estar no queriendo esperar más el momento perfecto de nuestras vidas y decidirnos de una vez por todas a aventurarnos; entonces, entre el respiro que das adentro y el que das fuera de casa, el cerebro y las sangre se oxigena, tu mente y sus miles un pensamientos ya no pesan tanto ni son tan densos.
Ruinas de Ankor Watt (Cambodia 2014)
Salir de casa significa, entre un millón de cosas, enfrentarte a un inmensa y magnífica realidad, que es tan exquisita como aterrorizante; nadie dijo nunca que el primer paso fuera fácil, y si lo dijo había una parte de su ser (por muy pequeña que fuera) que mentía, o no entendía.
¡Claro que es normal sentir que se te sale el corazón al partir! No importa si es la primera o la milésima vez, es experimentar el estado consciente del estar con vida.
Después de transportarte entre imprevistos y conjunción de destinos (¿A dónde irá toda la gente, todo el tiempo?) comienza la gran hazaña, donde casi como en una sobredosis vienen a ti los sabores y olores de territorios que se presentan igual que salidos de algún cuento.
¡Qué diferente es cada lugar!
Comienzas a encontrarte inesperadamente con todas aquellas personas que curiosamente viven en el planeta buscando hacer su paso por él significativo, justo igual que tú.
Las personas son valientes, estúpidas, inocentes y maliciosas, son descuidadas, igual de osadas que ensimismadas, están confundidas, alegres, tristes o enojadas, pero con el mismo deseo de vencer el tedio y decidirse a respirar un día más (también están las que no, que siempre serán un enigma para la razón).
Puedes tú, viajero o viajera, encontrar un poco de ti en absolutamente todos los demás; siempre hay un pequeño reflejo de nosotras y nosotros mismos en los rostros del mundo. Aunque florezcas en un principio desde la extrañeza: tú eres parte de la gente, la gente te representa a ti.
No te olvides: el extranjero o extranjera a donde vayan irradian estupidez, las costumbres y culturas son un misterio en cada lugar, no te preocupes perdiendo el tiempo en encajar. Mi consejo es “a donde fueres, haz lo que vieres y ofrécete a lavar los platos sucios”.
Mercado Poblano (México 2015)
Y ¿qué decir del miedo a la noche? Ella, que se posa por ser fría, abismal ante la viajera o el viajero que atraviesan momentos de ávida soledad, y al buscar alivio o consuelo en las miradas de otros seres no se encuentra nada pero indiferencia y más miedo, entonces los muros invisibles de espacio habitado se caen sobre el caminante, y los ruidos son como aullidos advirtiendo peligro, y la confusión hincha los ojos de lágrimas.
Debes recordar en este momento que todos los fenómenos que conoces son impermanentes, lo cual quiere decir que tanto tienen un inicio como tienen un fin: todo lo malo (al igual que todo lo bueno) tarde o temprano pasará y eso es perfecto porque es parte de existir.
Todo aquel que desee la aventura fuera de toda zona de confort, lejos de la costumbre y monotonía, deberá adiestrarse con paciencia en la virtud del entendimiento correcto del significado de impermanencia.
Deberá gozar de humildad para que, en momentos tortuosos de cambios radicales e inesperados, pueda éste aceptarlos con sencillez y, si es posible, hasta con un poco de buen humor.
Tenemos la bendición y milagro de ser los cartógrafos de nuestra propia vida: hacer el mapa de nuestro destino con sus líneas y colores. Decidir ir “a la izquierda o la derecha” puede ser tanto irrelevante como la decisión más importante que tomaremos en mucho tiempo.
Al vencer en la batalla frente a las adversidades mentales que le colocan en un estado de constante inseguridad, se apodera de cada caminante un nivel significativo de confidencia y templanza que le arrojan arrebatadamente a encabezar experiencias únicas, sumamente especiales, de esas que algún día valdrá muchísimo la pena contar.
Caminar lo desconocido es un acto de purificación, un ritual de olvido y aceptación, desapego y perdón. Quien recorre y anda se manifiesta ante así mismo o misma capaz de estar en constante meditación.
Mujer tibetana en el exilio (India 2016)
Aprendes a pedir permiso, agradecer y confiar.
No es que yo sepa o pueda decidir lo que es mejor para cada quien, pero esta es mi recomendación: viaja sola o solo. En el reencuentro contigo vienes y vas, te contagias de sentimientos que bailan, giran alrededor de las experiencias más sutiles que acarician, arden en ansias de experimentar el amor propio.
Marchar es uno de los actos ceremoniales más antiguos, más hermosos y más humanos que estimulan al caminante a emprender una aventura en el exterior que repercuta inalterablemente en el descubrimiento interior.
Somos la combinación de movimiento, de aprendizaje, y eso es una bendición.
Estupa, banderas y montañas (Nepal 2017)
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