Texto por: Karen Figueroa

Era domingo, y estaba más cansada que de costumbre, las altas temperaturas del verano no han provocado en mi eso de andar “como burro en primavera”. Si fuera por mí me quedaría todo el día esperando a que la lavadora haga su trabajo mientras veo una serie en Netflix, pero mi medicina fue por mí, esa medicina que te da la mano y te rescata de cualquier abismo con una sonrisa.

Nos dirigimos al Museo de Arte Moderno, él me pregunta sobre el edificio, soy arquitecta y eso significa que las personas creen que sé quién construyó cualquier edificio de la ciudad, hubiera podido contestarle que no y contarle lo mucho que odio los clichés de profesiones pero en cambio le contesté “Fue diseñado por los arquitectos Pedro Ramírez Vázquez (sí, el mismo del estadio azteca y el Museo Nacional de Antropología e Historia) y Carlos A. Cazares Salcido en colaboración con Rafael Mijares Alcérreca. En los 60´s y el museo primero estuvo provisionalmente en el palacio de bellas artes y luego lo pasaron para acá, corazón”, porque creo que el amor nos hace menos amargados.

  • Facebook
  • Twitter
  • Gmail

Me llamó mucho la atención esta exposición porque me parecía que estaba enfocada al público infantil y creo firmemente que todos los adultos queremos volver  a ser niños cuando vemos a uno jugando en el parque, nos viene a la mente aquella época cuando no existían las deudas ni los trabajos duros, cuando teníamos los sentimientos más sinceros del mundo.

Lo anterior hace que odie cuando un adulto dice que los niños no saben lo que es el amor, yo aún recuerdo la primera vez que besé un chico, y nunca he sentido lo mismo, esa intensidad y el nerviosismo de la inexperiencia de la primera vez.

A veces veo a mi novio caminar hacia mí y me da tristeza pensar que somos mayores, que él ya ha estado muy enamorado, de otra chica, de otros labios, de otra sonrisa, y que yo una vez también estuve loca por un hombre que ahora ya no está, me da tristeza pensar que nunca volveremos a querer a alguien con la misma intensidad, pero luego lo veo sonreír y pienso que ya no importa, que todo está y estará mejor porque él está ahí, junto a mí.

Para quitarme esta melancolía de encima y volver a ser niña, entré en la sala, lo primero que pude percibir fue la escala, planeada para que los niños puedan disfrutar de las obras, y no solo los adultos como en la mayoría de las exposiciones, normalmente la escala humana que se maneja en las exposiciones es 1.50 metros, que es la altura promedio en donde tenemos los ojos la mayoría de los mexicanos, por lo tanto, en esta ocasión la escala se ha manejado a 1.10, para ser inclusiva para niños y adultos.

  • Facebook
  • Twitter
  • Gmail

Para ese momento ya estaba demasiado emocionada, los muros de la sala son blancos, pero compensan esta limpieza con todas las piezas que se exponen, pintura, escultura, y lámparas dinámicas y coloridas que enseguida me pusieron animada, ¡Quería recorrer cuanto antes toda la sala!

Para hacer más comprensible la exposición poco a poco, con cada paso la exposición te narra el por qué de las piezas, qué es el arte, y te da las herramientas necesarias para que niños y no tan niños puedan entender lo que viven.

Un paso más y de pronto me convierto en ángel, me siento parte de una obra de sombras chinescas, quizá por mis ojos asiáticos…

Después de jugar a que soy ángel, disfruto de las demás actividades que el museo tiene, y por último un intento fallido de jugar a ser Picasso.

  • Facebook
  • Twitter
  • Gmail

Salí del museo con ganas de regresar el siguiente finde, de enamorarme por primera vez y de comer dulces a reventar, porque esta exposición me dio lo que necesitaba… 30 minutos de volver a ser niña.

Del 13 de abril al 10 de noviembre 2019

Ubicación: Paseo de la Reforma y Gandhi s/n Bosque de Chapultepec Ciudad de México.

Horario: martes a domingo 10:15 a 17:30 hrs.

Admisión: $ 70.OO MN
Entrada gratuita: con credencial de profesor, estudiante e INAPAM.
Domingo: Entrada libre