No es Roma, no. Tampoco alguna de las producciones comerciales mexicanas que llegan a los cines, con un sobreuso de clichés, narcos y la palabra “güey”.
Distancias cortas del director Alejandro Guzmán Álvarez, nos narra la historia de Federico Sánchez, quien vive preso de su propio cuerpo. Sus 100 kilos de más hacen que cualquier movimiento se vuelva una penuria. Se desplaza a zancadas pesadas en una casa congelada en el tiempo, rodeado por una vecindad humilde que se ha ido muriendo con sus habitantes. Poco o nada tiene, más que su hermana Rosaura y su cuñado, que de pronto llegan a traerle un soplo del mundo exterior.
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En una de esas, las fotos que tomaron ambos de sus vacaciones despiertan en él un ardiente deseo por tener una cámara propia. Su rebeldía por salir a tomar fotografías a costa de todo, desencadenan una serie de eventos en su vida que rompen por primera vez en años, con sus ataduras.
El guión de Itzel Lara es brutalmente honesto. No se esconde nada, ni los problemas de salud que enfrenta el protagonista, su pobreza o su cuerpo sin ropa. Nos desnuda de otra forma el alma humana, siempre deseosa de algo, y este conflicto que desata los sueños más simples del corazón.
Sin grandes faramallas, la belleza de esta cinta se encuentra en pequeños detalles dentro de la cotidianidad a la que todos podemos relacionarnos, en la historia que se encuentra a la vuelta de la esquina, sin dejar de lado cierto humor negro que nos caracteriza como mexicanos.
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Realizada por en 2015 en la Ciudad de México, Distancias cortas fue nominada a cinco Premios Ariel (Mejor Actriz de Cuadro, Mejor Coactuación Masculina, Mejor Actor Revelación, Mejor Guión Cinematográfico Original y Mejor Opera Prima) y no es una película reciente. Pero por suerte es de esas películas que la Cineteca Nacional revive cada cierto tiempo, para recordarnos que existen y que se seguirán haciendo películas mexicanas que compiten y ganan en festivales, originales y con historias bellas.
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