“No estoy sola, estoy conmigo”

Anamaría Tijoux Merino

Texto y fotografía por: Nancy Torres

soledad y no aferrarse a ella

¡Soledad! todo el mundo habla de ella, quieren opinar sin entenderla en verdad: que si es buena, mala, que si duele o da paz, si cala o si ayuda a olvidar…  por mi parte me pregunto ¿Existe la soledad descrita por poetas y por corazones rotos?

¿Estamos realmente solos cuando más nos sentimos así? Y lo que más me interesa retomar ¿la soledad significa una sola cosa/estado o es multidiversa?

¿Significará lo mismo sentir la soledad estando en casa que viajando?

Bueno, sería osado y quizás hasta presuntuoso detenerme a intentar dar una única respuesta a esas preguntas sabiendo a ciencia cierta que de una u otra manera me puedo y muy probablemente me equivoque en declarar cualquier cosa; pero eso no significa que no sea la soledad un tópico que desde siempre ha paseado en mi cabeza como hago yo al introducirme en rincones poco explorados por el ser humano promedio: Discreta y pausada, impredecible pero contundente.

persona caminando en las montañas nevadas

Desde el comienzo de mis aventuras como “viajera” emprendí todo camino sola, con mi equipaje como único cuerpo físico adicional al que carga a la mente. ¡Y valla que no esperaba que fuera gran cosa! cuando de repente lo fue: estaba ahí yo, diminuta, solitaria, fémina, diferente y confundida, dejándome llevar por las fuertes olas de realidad ajena, así, tan bellas e impredecibles, relajantes y violentas, existentes cual sueño lúcido.

“¿Viajas sola? ¿No te da miedo?”

Creerán acaso que soy impulsiva, atrevida, y bruta… sin duda ¡están en lo correcto! pero eso no cambia el hecho de que indiscutiblemente he sentido a momentos un inesquivable e incontrolable terror; este no siempre es miedo a no poderme defender de lo que las circunstancias me puedan traer por medio de seres extraños, sino también por tantas otras variantes mucho más sutiles que hablan de situaciones tales como pasar conmigo misma demasiado tiempo, o demasiado tiempo sin poder ser realmente yo…

Claro que yo sé que todos saben: pasar una descomunal cantidad de tiempo escuchando esa voz en la cabeza de uno mismo o misma, puede hacer perder un tantito la noción de la realidad colectiva a casi cualquiera; y así de rápido se puede olvidar si lo aprendido era normal o común, y cambiarlo por lo que hay en rincones más alejados del pensamiento particular, esos estados mentales que no siempre encajan en lo considerado como apropiado por la sociedad.

(…En fin…)

mujer sola trabajando

La primeras (primeras) veces que viaje lo hice con algún alguien y sí, lo disfruté, estuvo lindo, edificante y todo lo demás, pero igual no termino de encantarme. Entonces decidí -sin haberlo hecho antes- que me gustaba más viajar sola, y a la hora de hacerlo por supuesto que marchó: bien y mal, pero funcionó.

Yo creo que sólo no lo pensé: lo hice y ya

Viajar solo claramente no significa que te convertirás en un ermitaño, ya que compartirás espacios con cientos de personas en trasportes aéreos y terrestres, con las que cruzas dos, tres, cien mil o cero palabras. Tal vez sean miles, millones los ojos con los que los tuyos cruzarán, quizás sean más.

Aprenderás a comunicarte en lenguajes que tienen que ver con el no hablar para darse a entender, buscarás pretextos para acercarte a la gente estando tú bien consiente del regalo tan grande que simboliza el que los demás existan (TODOS), y reconocerás sin escapatoria alguna lo que significa viajar/vivir únicamente contigo, no pudiendo escapar de ello ni un solo segundo en este arduo y enmarañado sendero del estar viva, vivo.

Quizás camines carreteras y senderos olvidados por casi todos los humanos, bajo la lluvia, bajo el sol, bajo la nieve.

Entre más te dejes llevar podrás incluso días y días enteros andar sin cruzar palabras con la gente, inclinándote a hablar con las rocas y los árboles, a escuchar al viento y a los sonidos que se manifiestan durante el silencio.

personas en un semaforo

Al final, uno nunca está realmente solo

Haber emprendido el andar en solitud significó un parteaguas en mi vida: sobreviví a la locura que asedia al que no habla por horas, días, con nadie que no sea su propia mente, para luego entender que nunca viviría el aislamiento en plenitud, ya que siempre tengo y tendré conmigo a mi alma, siempre habrá junto o cerca de mi lado algún ser, por muy pequeño o invisible que sea, por muy dentro o fuera de mí esté.

A excepción de las personas que, por mucho haberlo intentado, han quedado hartos de pretender entender la soledad… Siempre es mejor, en mi más humilde y relativa opinión, viajar sola o solo.

El camino en compañía de la gente tendrá claramente sus ventajas, pero a la larga y para fines de crecimiento personal, es más burdo, menos impresionante o enigmático.

Por el contrario: viajar en acompañamiento exclusivamente de aquella dama tierna y asesina que se llama soledad, a pesar de la casi ineludible ansiedad que lleva consigo, es a la larga reconfortantemente aleccionador, resulta ser como una madre protectora que te corrige con fuerza porque te ama, como una amante que envuelve entre tinieblas para bendecirte en los momentos más obscuros, como una maestra que, con paciencia pero sin reparo, nos muestra cómo olvidar…

 Dejar ir, dejar ser

La soledad puede ser entonces un privilegio entendida por pocos, y hasta volverse una posición de presunción. Es también arma de doble filo, al conducirte a una experiencia de pensamientos y sensaciones que te impulsan a la catarsis emocional, y dicha situación consigue arrastrarte a la paz o a la debilidad mental, a la ecuanimidad o a la demencia.

Decidí alejarme de la gente para entenderla, para amarla y querer ayudarla, dispuse a mi persona para ser retirada voluntaria y momentáneamente y así poder captar la belleza de todo cuanto me provocaba rechazo al principio; me enamoré de los seres humanos en el momento en que noté la necesidad de su aberrante y encantadora presencia en mi camino, entendí que los hombres solos y mujeres solas por convicción ofrecen las mejores compañías, y muy a pesar de ello lo mejor es dejarles ir, tarde o temprano.

 Entonces aprendí a amar la soledad sin aferrarme a ella.

Es importante escuchar los mensajes, las señales, que están dentro y fuera de cada uno/a de nosotro/as, Debemos ser como un instrumento que está listo para ser tocado por cualquiera, pero no comparte su magia sino con aquellos que dedicaron el tiempo y la energía a descifrar sus misterios.

Por ahora concluyo desde mi ignorancia que la soledad debe fungir como una herramienta de empoderamiento y de aleccionamiento, siendo como emprender el abandono de uno mismo tal cuál cree pertenecer al mundo que lo rodea, para embarcarse en una aventura en búsqueda del (auto)reconocimiento.

Mi consejo es “aprender a apartarte sin dejar de permanecer dispuesta/o a reintegrarte al mundo

A lo largo de mi vida, la palabra soledad ha significado una variedad amplia de impresiones y vicisitudes, que desencadenan en mí trastornos a distintos niveles, arrojándome a distintos e inesperados escenarios, muchas veces contrarios a lo esperado (como querer estar más sola, y anhelar dejar de estarlo tanto).

Viajar sola ha sido un regalo que me he dado más que buscando la relajación, me ha impulsado al descubrimiento forzoso de mí misma y sí, quedó más que claro que no es un camino difícil, pero recomiendo de corazón a todas y todos los lectores, que se arriesguen a hacerlo, aunque sea una vez en la vida.

 “Deseo siempre que las circunstancias, el paisaje y su materia sean suficiente y placentera compañía para ti, cualquiera que estos sean”.

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